Parece ser que, como parte del acuerdo de gobernabilidad entre IU y PSOE, próximamente el Ayuntamiento, en colaboración con AB-Lesgay, abrirá un centro de información y asesoramiento para lesbianas, gays, transexuales y bisexuales (LGTB). Además, se promoverán campañas educativas para combatir la homofobia y favorecer el respeto a todas las personas, independientemente de su tendencia sexual. Excelente noticia para nuestra ciudad, que vino a coincidir con la negativa del Vaticano a la propuesta de Francia ante la ONU, en nombre de 25 países de la Unión Europea, de despenalizar la homosexualidad en todo el mundo. Algunos se han sorprendido; nosotros no. La iglesia católica puede ser cualquier cosa menos incoherente. Si el único fin legítimo de la actividad sexual es la procreación, un homosexual sólo puede ser un vicioso, un descarriado, un pervertido que actúa «contra natura». Luego... ¿qué derechos merece una persona así? Que en más de 91 países sufren multas, encarcelamiento y torturas: ¡merecido se lo tienen los muy pecadores! Que en ocho países pueden ser condenados a pena de muerte: ¡Dios se apiade de sus almas!
Como se sabe, el argumento más común entre quienes condenan la homosexualidad o la transexualidad es el de que se trata de conductas antinaturales. Evidentemente, que algo no sea natural, es decir, que no se encuentre en la naturaleza, no quiere decir que tenga que ser malo. Ni la aspirina ni la novena sinfonía de Beethoven proceden directamente de la naturaleza, y, sin embargo, todo el mundo coincide en su efecto benéfico para la humanidad. Pero además es que la homosexualidad se encuentra abundantemente documentada en el mundo natural. Muchos animales mantienen relaciones de tipo homosexual, y no solamente en situaciones de carencia de individuos del sexo contrario. Si alguien tiene alguna duda al respecto, puede consultar el voluminoso libro titulado La exuberancia biológica: la homosexualidad animal y la diversidad natural, del biólogo Bruce Bagemihl. En él pueden encontrarse innumerables referencias sobre comportamientos sexuales «no convencionales» protagonizados por jirafas, lagartijas, libélulas, orangutanes, murciélagos, ballenas, pingüinos Hay mamíferos monógamos (como los manatíes y un sector más o menos estable de la especie humana) y promiscuos (como los bonobos y el resto de los humanos). La naturaleza no nos permite utilizarla como excusa para discriminar ni excluir a nadie.
Además, homosexualidad y transexualidad han estado presentes en todas las sociedades, y muchas de ellas no solamente las han tolerado sino que las han situado en un estatus social preeminente, tal y como ha estudiado, entre otros, el antropólogo Gilbert Herdt. Los ejemplos de lo que suele denominarse el «tercer género», integrado por personas que desempeñan papeles sociales tradicionalmente asignados a las del sexo contrario, serían interminables: berdaches de Norteamérica, hijras de la India, baklas de Filipinas, mahus de Polinesia... Entre los sambia de Papúa y los azande de Sudán, se practicaba, como en la Grecia clásica o el Japón medieval, cierto tipo de homosexualidad ritualizada por la que los adultos ayudaban a los jóvenes a transitar hacia la madurez. En el oeste de África era frecuente el matrimonio entre dos mujeres.
Queremos decir, en definitiva, que ni gays, ni lesbianas, ni transexuales representan ninguna anomalía natural o social. Por el contrario, la única opción sexual antinatural, porque no se encuentra en la naturaleza, y antisocial, porque adoptada colectivamente supondría la extinción del grupo, es la castidad, esto es, la que públicamente defienden y supuestamente practican los teócratas vaticanos. Y eso explica muchas cosas. Como afirmaba la sentencia latina, «semen retentum venenum est». Dicho en términos más académicos, tomados de Freud: la represión de los instintos sexuales posiblemente sea la causa de la actitud obsesiva y enfermiza de la iglesia católica frente al tema del sexo. Conscientes de nuestro escaso poder de seducción sobre los jerarcas de dicha institución, fraternalmente nos atrevemos a recomendarles, sin embargo, que intenten vivir de una forma más alegre, más desenfadada, más sensual, más placentera; que no renuncien a ninguna faceta de las relaciones con otros seres humanos. Porque estamos convencidos de que, si estos señores gozasen más, sin duda fastidiarían menos.
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