lunes, 16 de marzo de 2009

Opinión | Pocos


“Fuimos pocos. Pocos en Madrid, pocos en Barcelona. Muchos más en Vigo. Algunos menos en otras ciudades españolas. Bien en Nueva York. Poquísimos en Berlin. Acabo de leer una nota en AmbienteG firmada por El Castigador que reflexiona sobre ello, y hace un mea culpa por haberse, él también quedado en casa...” Y hay bastantes razones en su nota que nos deben hacer reflexionar.¿Sólo lo lúdico moviliza a las masas gays-lésbicas? ¿Sólo la Mani del Orgullo es el punto de unión de los homosexuales? El Castigador reflexiona, "Así somos. ¿Comprometidos? ¿Solidarios? ¿Luchadores? Una vez más es injusto juzgar a un colectivo entero. Pero la realidad es que como colectivo entero se nos juzga a diario. Me enciende cada vez que escucho que lo único que sabemos hacer los gays es salir el Día del Orgullo medio desnudos moviendo las caderas y con ganas de meterla. Y más me enciende verme obligado hoy a tener que dar un poco la razón".¿Somos tan así?.O, ¿tiene razón un comentario de esa nota que advierte algo mucho más penoso, si fuera real?, "puede que los gays que no fueron a la protesta es porque están totalmente de acuerdo con el fallo del jurado…".No tengo grandes esperanzas en que las grandes luchas de la comunidad gay-lésbica se logren con grandes masas en la calle.No somos un colectivo homogéneo.Somos de izquierda, católicos, conservadores, pelados, peludos, vanguardistas, analfabetos, filósofos, intelectuales, ateos, guarros, modositos, osados, budistas, frívolos, egoistas, paganos, de gimnasio, de biblioteca, de telenovelas, de fútbol, solteros, casados, viudos, miedosos, brillantes, románticos, peleones, judíos, nazis, celosos, libres, ordinarios, letrados, militares, militantes, mirones, ricos, pobres, altivos, activos, pasivos, versátiles, mujeres, hombres, transexuales, bisexuales, travestis, y un interminable etcétera.¿Y entonces que carajo nos une?. Pues, sinceramente, creo que nos une poco. Quizás sea más fácil pensar en que, sí, nos une la diversión, la fiesta, donde todos podemos estar, bailar, reir, cantar, gritar, follar, desenfrenarnos por un rato. Hace tiempo que las manifestaciones del Orgullo en Madrid o Barcelona, por poner dos casos, han dejado de ser un acto político reivindicativo. Son casi un hecho social, esperado por todos, incluso más allá de nuestro colectivo, marcadamente comercial, y lúdico. Sin embargo, nos unen.Lamento que no nos haya unido la lucha contra el Tribunal Homófobo de Vigo, que brillantemente organizó Roberto Bass, tremendamente indignado por la sentencia que absolvió al asesino de nombre Jacobo Piñeiro que apuñaló 57 veces a Isaac Pérez y Julio Anderson Luciano, dos homosexuales de Galicia, Xunta que de nuevo ha caído en las manos políticas de los que usan la palabra maricón para insultar. Lo reitero para que no se olvide. No se nos olvide.Fuimos pocos. Pero seguramente para las familias de Isaac y Julio, fuimos muchos. Había en sus rostros una desolación orgullosa. Pocos, muchos, alguienes no nos olvidábamos de sus hijos. De dos de nuestros martires. Porque sí, eso tambien nos une. El odio de la homofobia se une hacia nosotros, y ahí no hay heterogeneidad que valga.Cuando el presidente del Partido Popular de Ourense (Galicia), José Luis Baltar, llama maricón a un rival político, homogeniza, nos homogeniza. Cuando matan a una travesti en Buenos Aires, nos homogenizan. Cuando encarcelan a homosexuales en Egipto, encarcelan la homosexualidad. Cuando el presidente de Irán Mahmud Ahmadineyad niega la existencia de homosexuales en su país, nos niega a todos. Cuando el Papa nos expulsa de SU paraiso (mientras esconde a sus obispos pedófilos), nos expulsa a todos. Cuando la Conferencia Episcopal Española condena la homosexualidad, nos sigue condenando a todos los homosexuales.La homofobia no distingue nuestra heterogeneidad. La violencia hacia los gays, las lesbianas, los travestis o los transexuales, tampoco. La discriminación es para todos.¡Ingenuos de aquellos y aquellas que crean que ellos no serán juzgados! Los maricas oficiales, las cortesanas de las grandes señoras, las pitipuestas de tertulia, las ocultas, tarde o temprano caen bajo las garras de la homofobia y la discriminación.Sin embargo ahí vamos, llenando los bares, los desfiles de moda, los gimnasios, los portales de sexo, los cruceros, las fiestas, las partys. Y poco pensamos que a todos nos puede tocar. No hay un TU NO, en estas. El odio, que discrimina, niega, oculta, y mata, es hacia todos y todas.No pretendo que seamos todos progres y conscientes, ni que opinen igual que yo, ni pretendo que organicemos la revolución, ni pretendo siquiera que sigan las noticias, ni que apoyen el grupo de Facebook, CONTRA O TRIBUNAL POPULAR HOMÓFOBO DE VIGO. Lo que pretendo es que al menos reflexionemos, desde nuestro altar de strasses o de camioneros, entre el portaliga, y los abdominales, entre cuatro paredes, o en un bar, entre los amigos, o en la red, con un puño en el culo, o leyendo a Virginia Wolf, entre porro y porro, o yendo de camino a casa de mamá. Que reflexiones sin dejar de ser o hacer lo que somos. Pero que en algun momento de nuestra semana, en cinco minutos o dos, pensemos que un tribunal popular absolvió a un asesino llamado Jacobo Piñeiro quién asestó 57 puñaladas a Isaac Perez y Julio Anderson Luciano, en un país, España, donde los gays y las lesbianas se casan, los transexuales piden el ingreso en el ejército, las travestis ardonan las fiestas multicolores, se organizan cada año manifestaciones multitudinarias, donde abundan los programas de televisión con personajes de gays y lesbianas, y otras lesbianas y gays personajean en la televisión, y donde se puede hablar de plena libertad y derechos.Pensemos en que si en un país como España, donde el colectivo ha luchado tantos años y ha conquistado tanto, ocurren estas atrocidades como la de Vigo, ¿qué es en realidad lo que hemos logrado?.Llorar de Audrey escribía hace poco Maruja Torres. Tengo ganas de llorar de Audrey y tratar de entender cómo se llega a la felicidad sin medias tintas, cómo se ama desde la elegancia, cómo se aprende de los mayores, cómo se apagan las lágrimas de los que sufren, cómo se entienden las injusticias, cómo fuimos tan pocos.


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