En México DF, del 23 al 27 de marzo, las mujeres de América Latina y el Caribe nos dimos cita en el XI Encuentro Feminista. Inaugurando la primavera del 2009, la ciudad de México recibió a 1.600 feministas de todo el continente. El primer Encuentro fue en 1981 cuando Colombia se vistió de anfitriona, de allí los encuentros se sucedieron cada dos años. Luego de Bogotá, con su esfuerzo por definir qué “es eso del feminismo”, vino Perú (1983). En Lima, se identificó al Patriarcado como eje de los debates y discusiones. A través de diversos talleres se exploró su articulación con instituciones sociales y ámbitos de la vida de las mujeres. Se indagó sobre el vínculo entre patriarcado e Iglesia, Estado, familia y sexualidad.
A principios de agosto de 1985, Brasil, Bertioga fue la próxima en abrir sus puertas al feminismo. Por primera vez en un Encuentro se hizo alusión a los feminismos, en plural, buscando reconocer las distintas posturas y matices variopintos del feminismo. Violencia, racismo, vida cotidiana, prostitución, lesbianismo, relaciones entre mujeres, nuestros cuerpos, fueron los temas que animaron los talleres. Integrar el vínculo entre la lucha anti-imperialista y la feminista, quedó como desafío del evento.
La sede del siguiente Encuentro sería México. A fines de 1987, Taxco, en lo que fue un rasgo muy particular de los encuentros, recibió la presencia no sólo de feministas, sino de mujeres del llamado movimiento amplio. Esto provocó inquietudes del tipo, ¿el movimiento de mujeres populares podía llamarse feminista, cuáles son las contradicciones entre ambos movimientos? ¿Quién tiene la autoridad para decir si las otras son feministas? ¿Cómo cruzar el feminismo con la lucha reivindicativa de la clase? Sobre la práctica política feminista se cuestionaron algunos mitos: “a las feministas no nos interesa el poder, hacemos política de otra manera, todas las feministas somos iguales, existe una unidad natural por el solo hecho de ser mujeres, el consenso es democracia”.
Al iniciar la última década del milenio, en San Bernardo, Argentina, dos mil quinientas mujeres se encontraron. En la mayoría de las naciones del continente las dictaduras habían quedado atrás, pero las llamadas políticas de ajuste estructural habían dejado sus huellas de empobrecimiento y marginación. En este clima tuvo lugar el “feminismo de los 90: desafíos y respuestas”. La diversidad del movimiento, la democracia interna, las relaciones con otros actores, marcaron los debates. Se declaró el 28 de septiembre como el Día del derecho al aborto de las mujeres de América Latina y el Caribe.
Para las salvadoreñas, la organización del VI Encuentro Feminista en Costa del Sol, 1993, significó un gran reto. Enfrentar la campaña de desprestigio que alertaba sobre un evento de lesbianas que pondría en peligro la moral del pueblo salvadoreño y el potencial apoyo a una organización guerrillera de izquierda, en campaña electoral. La IV Conferencia Internacional de la Mujer, organizada por la ONU en 1995 en Beijing, trajo desacuerdos y disputas dentro del movimiento. Se consideró que los lineamientos de este evento respondían a la imposición de gobiernos y agencias internacionales. En Chile, primer encuentro en el Cono Sur, se decantaron aquellas tensiones. Fue escenario de un movimiento feminista polarizado entre las denominadas autónomas (por su no vínculo con agencias de financiamiento y sus agendas) y las institucionalizadas pertenecientes a ONGs. Coincidiendo con el ocaso del milenio, el encuentro en República Dominicana se estrenó con “feminismos plurales”. Se subrayaron las múltiples aristas del feminismo, se reclamaron acuerdos y alianzas mínimas y horizontalidad en las relaciones. Las autónomas reclamaron del feminismo su carácter crítico, transgresor y subversivo.
Playa Tambor, Costa Rica, 2002, puso el acento en la “resistencia activa frente a la globalización neoliberal”. Discutir las implicaciones de la globalización, el capitalismo y el patriarcado en la vida y el cuerpo de las mujeres. “Feminismo y democracia” marcaron la tónica de los debates en Brasil, Sierra Negra, 2005. Feminicidio, abuso sexual, violación, feminización de la pobreza, racismo, sexismo, xenofobia, lesbofobia, control del cuerpo de las mujeres, déficits en la participación política de las mujeres, sirvieron para desafiar el contenido de las democracias.
Finalmente, los fundamentalismos de distinto tipo (religioso, económico, político, cultural) sintetizaron los debates en México DF, donde las bolivianas estuvimos presentes. Se denunciaron los modelos únicos de pensamiento, las guerras y los autoritarismos, la represión de los cuerpos y libertades de las mujeres. Se demandaron derechos sexuales y reproductivos, la despenalización del aborto, la laicididad de los estados,el fin de la represión a diversas expresiones de la diversidad sexual y de género (gays, lesbianas, transexuales, transgéneros, bisexuales, entre otras.). Con esta agenda las feministas ingresamos al siglo XXI.
A principios de agosto de 1985, Brasil, Bertioga fue la próxima en abrir sus puertas al feminismo. Por primera vez en un Encuentro se hizo alusión a los feminismos, en plural, buscando reconocer las distintas posturas y matices variopintos del feminismo. Violencia, racismo, vida cotidiana, prostitución, lesbianismo, relaciones entre mujeres, nuestros cuerpos, fueron los temas que animaron los talleres. Integrar el vínculo entre la lucha anti-imperialista y la feminista, quedó como desafío del evento.
La sede del siguiente Encuentro sería México. A fines de 1987, Taxco, en lo que fue un rasgo muy particular de los encuentros, recibió la presencia no sólo de feministas, sino de mujeres del llamado movimiento amplio. Esto provocó inquietudes del tipo, ¿el movimiento de mujeres populares podía llamarse feminista, cuáles son las contradicciones entre ambos movimientos? ¿Quién tiene la autoridad para decir si las otras son feministas? ¿Cómo cruzar el feminismo con la lucha reivindicativa de la clase? Sobre la práctica política feminista se cuestionaron algunos mitos: “a las feministas no nos interesa el poder, hacemos política de otra manera, todas las feministas somos iguales, existe una unidad natural por el solo hecho de ser mujeres, el consenso es democracia”.
Al iniciar la última década del milenio, en San Bernardo, Argentina, dos mil quinientas mujeres se encontraron. En la mayoría de las naciones del continente las dictaduras habían quedado atrás, pero las llamadas políticas de ajuste estructural habían dejado sus huellas de empobrecimiento y marginación. En este clima tuvo lugar el “feminismo de los 90: desafíos y respuestas”. La diversidad del movimiento, la democracia interna, las relaciones con otros actores, marcaron los debates. Se declaró el 28 de septiembre como el Día del derecho al aborto de las mujeres de América Latina y el Caribe.
Para las salvadoreñas, la organización del VI Encuentro Feminista en Costa del Sol, 1993, significó un gran reto. Enfrentar la campaña de desprestigio que alertaba sobre un evento de lesbianas que pondría en peligro la moral del pueblo salvadoreño y el potencial apoyo a una organización guerrillera de izquierda, en campaña electoral. La IV Conferencia Internacional de la Mujer, organizada por la ONU en 1995 en Beijing, trajo desacuerdos y disputas dentro del movimiento. Se consideró que los lineamientos de este evento respondían a la imposición de gobiernos y agencias internacionales. En Chile, primer encuentro en el Cono Sur, se decantaron aquellas tensiones. Fue escenario de un movimiento feminista polarizado entre las denominadas autónomas (por su no vínculo con agencias de financiamiento y sus agendas) y las institucionalizadas pertenecientes a ONGs. Coincidiendo con el ocaso del milenio, el encuentro en República Dominicana se estrenó con “feminismos plurales”. Se subrayaron las múltiples aristas del feminismo, se reclamaron acuerdos y alianzas mínimas y horizontalidad en las relaciones. Las autónomas reclamaron del feminismo su carácter crítico, transgresor y subversivo.
Playa Tambor, Costa Rica, 2002, puso el acento en la “resistencia activa frente a la globalización neoliberal”. Discutir las implicaciones de la globalización, el capitalismo y el patriarcado en la vida y el cuerpo de las mujeres. “Feminismo y democracia” marcaron la tónica de los debates en Brasil, Sierra Negra, 2005. Feminicidio, abuso sexual, violación, feminización de la pobreza, racismo, sexismo, xenofobia, lesbofobia, control del cuerpo de las mujeres, déficits en la participación política de las mujeres, sirvieron para desafiar el contenido de las democracias.
Finalmente, los fundamentalismos de distinto tipo (religioso, económico, político, cultural) sintetizaron los debates en México DF, donde las bolivianas estuvimos presentes. Se denunciaron los modelos únicos de pensamiento, las guerras y los autoritarismos, la represión de los cuerpos y libertades de las mujeres. Se demandaron derechos sexuales y reproductivos, la despenalización del aborto, la laicididad de los estados,el fin de la represión a diversas expresiones de la diversidad sexual y de género (gays, lesbianas, transexuales, transgéneros, bisexuales, entre otras.). Con esta agenda las feministas ingresamos al siglo XXI.
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